miércoles, mayo 28, 2008

Lentejas con chorizo en el corazón de la ciudad

Vicente García en El Castellano. JJuste
En los últimos años, la cocina española en Japón ha sido noticia por las estrellas Michelin logradas por los restaurantes Sant Pau y Ogasawara en Tokio, o por los proyectos gastronómicos del cocinero catalán Josep Barahona. Sin embargo, paralelamente a los triunfos de la cocina de autor, se ha ido consolidando un mercado para la gastronomía española tradicional, los vinos españoles se han ganado un espacio y el jamón ibérico ocupa ya un lugar en el vocabulario culinario de muchos japoneses. Además, desde hace tres décadas, no han dejado de multiplicarse por todo el país los restaurantes con cocineros japoneses o españoles y con el sabor más o menos adaptado al paladar japonés; Jamón-Jamón, El Poniente, Sábado Sabadete o Casa7 son ya clásicos entre los aficionados locales.
Pero, entre todos los restaurantes de cocina tradicional española, destaca por su solera El Castellano, que hace 31 años se convirtió en el primero regentado por un español. Corría el año 1977, España acababa de salir de la dictadura y todavía faltaba mucho para que se produjera el boom de lo español, que llegaría a su máxima expansión en 1992. Vicente García, un joven profesional de la restauración salido de Santa Cruz de la Zarza (Toledo), decidió desafiar a los que no veían futuro a los pucheros castizos en Japón.
"Me dijeron que no iba a tener éxito porque los japoneses no comían garbanzos, ni lentejas, ni conejo..., y yo dije que perfecto, que así no tendría competencia. La verdad es que los japoneses no comían nada de eso porque no había. Se trataba de ir educando su gusto", explica Vicente, que se toma tan en serio su empeño pedagógico que se niega a servir whisky con agua o café durante la comida.En cuanto a los ingredientes, él nunca ha tenido problemas. Dice que todo es cuestión de relacionarse y saber negociar con los proveedores y si de algo no hay, se crea, como hizo con un socio japonés cuando decidieron producir jamón serrano, chistorra, morcilla o salchichón, aquí, en Japón.
"La clave del éxito es ser tú mismo y ofrecer lo que podría encontrar un japonés que fuera a comer a casa de un amigo en España", añade antes de declararse a años luz de la comida que ofrecen el Sant Pau, el Ogasawara o Barahona, de quien lamenta que siguiera la estela de Ferran Adrià en lugar de mantenerse fiel a la cocina tradicional catalana que ofrecía en sus primeros años en Japón.
El Castellano es un mesón decorado con muchos de los atributos de la iconografía típica española, donde no pueden faltar el flamenco, los toros, ni la tuna. Está en un segundo piso de un pequeño edificio de oficinas, en una de las zonas más apreciadas de Tokio, entre Shibuya, la meca de la moda juvenil asiática, y la calle Omotesando, donde se suceden las tiendas de las marcas más prestigiosas del mundo. Según Vicente, entre sus clientes hay extranjeros residentes en la capital, aunque la mayoría son japoneses (sobre todo mujeres) y famosos de paso, como el bailarín Antonio, el escritor Fernando Sánchez Dragó, el levantador de piedras Iñaki Perurena o el expresident Jordi Pujol.
Vicente García con un cocinero. JJuste

martes, mayo 20, 2008

Sushi bajo los cerezos en flor

Picnic en un parque de Kioto. JJuste
El símbolo indiscutible de la primavera japonesa es la sakura, o flor del cerezo. Los japoneses sienten verdadera devoción por ella. Por eso, todo el país está repleto de diferentes clases de cerezos, cuya finalidad principal es ofrecerles durante unos días la oportunidad de reunirse con los amigos y disfrutar de su belleza efímera mientras degustan alguna delicia alimentaria y, a menudo, beben alcohol en grandes cantidades.
Como Japón es un país con una gran variedad de latitudes, desde el norte de Hokaido hasta el sur de Okinawa, y una variada orografía, los cerezos van floreciendo sucesivamente en las distintas partes del país. Para saber cuándo se producirá la eclosión cerca de casa y poder programar el picnic, no es necesario ni ser ingeniero agrónomo ni comprarse un almanaque. Basta con leer el periódico o ver las noticias de la televisión que informan con detalle de los días exactos en que las flores se van abrir. Cuando se produce el fenómeno en una zona, esta se tiñe de blanco, y uno se da cuenta de la enorme cantidad de cerezos que llega a albergar el país.
En Kioto, por ejemplo, es impresionante pasear por la orilla del Kamo, donde kilómetros y kilómetros de cerezos de la misma especie florecen simultáneamente a primeros de abril. En Osaka, quizá el sitio más popular para ir a ver los cerezos sea el parque del castillo. Y en Tokio, destacan los jardines del santuario de Yasukuni, así como los del palacio imperial para los privilegiados que acuden a la recepción oficial que ofrece el emperador.
En todo el país hay miles de lugares reputados por sus cerezos. El problema es que en Japón también hay mucha gente y el tiempo para ir a ver las sakura es muy limitado. Si hoy están en su máxima eclosión, mañana sus pétalos empezarán a desprenderse y, especialmente si aparece la lluvia, en cuestión de horas, las copas pasarán del blanco al verde. Por eso, los lugares donde es fácil extender un lienzo bajo los árboles están disputadísimos. En muchos casos, varios miembros de un grupo se levantan de madrugada para ir a coger sitio, e incluso hay profesionales que se dedican a guardar el espacio a cambio de una propina. En los jardines de Yoyogi, en Tokio, o en el parque Maruyama, en Kioto, a primera hora de la mañana ya casi no queda espacio libre.
A menudo, la fiesta bajo el cerezo se celebra sobre un horroroso plástico azul. Es un ejemplo más de la necesidad de focalizar la vista para disfrutar de la sutil belleza japonesa, muchas veces rodeada de la más basta fealdad. Las cubiertas azules sobre las que muchos comensales se sientan, siempre descalzos, a comer y beber se venden en cualquier gran superficie y son las mismas que se usan para tapar provisionalmente los tejados estropeados o que los sin techo utilizan durante todo el año para proteger sus enseres en los parques donde habitan. Son baratos, prácticos y resistentes, pero no pegan con los cerezos en flor, así que, para dejar gozar al espíritu, no queda más remedio que anestesiarlo con mucho alcohol, o elevar la mirada hacia las copas emblanquecidas y el cielo, que a veces también es de color azul.

lunes, mayo 12, 2008

La gasolina vuelve por las nubes

Una gasolinera de Kioto la noche del 30 de abril. JJuste
Los japoneses afrontan con preocupación y medidas alternativas la reciente subida del precio del combustible
• El impuesto pone contra las cuerdas al Gobierno de Fukuda
"Apago el letrero, porque dentro de poco se nos va a terminar la gasolina", le decía, a las siete de la tarde del 30 de abril, un empleado a otro en una estación de servicio. Cuando se apagaba la luz, la gasolina normal estaba a 127 yenes (80 céntimos) el litro y cuando volvía a encenderse, en la madrugada del 1 de mayo, ya estaba a 157 yenes (98 céntimos) como consecuencia de la reinstauración del impuesto especial sobre la gasolina. El gravamen se impuso hace 30 años, supuestamente con carácter temporal, y la ley estipula que debe dedicarse solo a la construcción y mantenimiento de carreteras.
Durante todo el día 30, la actividad en las estaciones de servicio del país fue frenética, y en algunos puntos se llegaron a superar volúmenes de venta ocho veces superiores a los habituales. Muchos japoneses apuraron las últimas horas de gasolina barata llenando sus depósitos para afrontar el largo puente de primavera de primeros de mayo. En cambio, el día 1 las gasolineras estaban casi vacías, e hicieron solo el 10% del negocio.

El fantasma de la inflación

El regreso de la gasolina cara, unido al aumento del precio de la mayoría de materias primas y al efecto que han tenido los escándalos relacionados con los alimentos importados de China, hacen prever un inminente aumento de la inflación y un enfriamiento del consumo. Muchos ciudadanos han empezado los recortes precisamente por la gasolina. "Yo voy a usar la bicicleta tanto como pueda; hasta ahora iba en coche o en tren al trabajo pero, a partir de ahora, voy a pedalear. Cuando uso el coche, hago una conducción ecológica, sin dar acelerones", explica una agente de seguros.

Con la gasolina por las nubes, no solo sufren las cuentas domésticas sino también las de muchos negocios familiares que no se atreven a repercutir el alza en los precios que cobran a sus clientes. Uno de los sectores más afectados ha sido el de los baños públicos, establecimientos que se mantienen abiertos todavía por la afición de muchos japoneses al baño como práctica de limpieza y ritual de socialización. El coste del combustible para calentar el agua se ha añadido a una clientela que mengua por el envejecimiento de la población. Así las cosas, muchos han tenido que cerrar, cambiar a fuentes de energía más baratas o inventarse sistemas para tapar las bañeras y mantener el calor durante su cierre.
Algunas compañías de transporte ya han adoptado en invierno diversas medidas para reducir la factura por combustible, como obligar a los conductores a apagar los motores de los camiones en las operaciones de carga y usar mantas eléctricas para mantener el calor.
Mientras muchos japoneses de a pie pasaban las últimas horas de abril sufriendo por sus bolsillos y sus estómagos, en Tokio, unos 100 diputados de la oposición montaron un piquete delante del despacho del presidente de la Cámara de Diputados, Yohei Kono. Llevaban pancartas que decían Abuso de poder; escuchad la voz del pueblo, y querían evitar que Kono llegara al pleno y se aprobase la ley impositiva sobre la gasolina. La norma caducó en marzo gracias al bloqueo en el Senado, donde la oposición tiene mayoría absoluta.
Horas de tensión
Tras horas de tensión, Kono logró burlar el cerco y llegar al hemiciclo, donde la ley se aprobó sin problemas, pese a su gran impopularidad. "En lugar de gastar tanto dinero en proyectos inútiles, podrían dedicar más a la educación. En nuestro colegio podríamos financiar más viajes de estudios al extranjero", se queja el responsable de un centro educativo.
El primer ministro, Yasuo Fukuda, intentó convencer a los japoneses. "En un momento en que cada ciudadano hace grandes esfuerzos para llegar a fin de mes, es una decisión muy dura. Sin embargo, he considerado que debemos parar esta situación irresponsable, en que nos encontramos con unos ingresos insuficientes", explica Fukuda.
El primer ministro se encuentra en sus horas más bajas, con un índice de popularidad inferior al 20%. Ahora dice que impulsará una ley para que el impuesto sobre la gasolina no se convierta solo en asfalto y sirva también para financiar necesidades más urgentes, como la mejora de la enseñanza y la asistencia sanitaria. Sin embargo, parece casi imposible que un político tan impopular pueda enfrentarse a poderosos grupos de interés que resisten el cambio.

jueves, mayo 08, 2008

Hu visita Japón en un clima de desconfianza


El emperador Akihito i el presidente Hu en la portada del Kyoto Shinbun
Es la primera visita de un máximo líder chino en 10 años
Tibet, las intoxicaciones alimentarias y el gas del mar del sur, principales obstáculos
El presidente chino Hu Jintao inició el miércoles 6 de mayo una visita de 5 días a Japón con la que quiere mejorar las relaciones diplomáticas entre las dos potencias del noreste de Asia. “Espero que durante esta visita podamos incrementar la confianza común, profundizar la cooperación, planear el futuro y abrir la vía para un nuevo estadio para el desarrollo global de una relación estratégica sino-japonesa mútuamente beneficiosa”, declaró Hu a su llegada al centro de la capital japonesa, donde se podía percibir una gran presencia de fuerzas especiales de la policía. Mientras comenzaba el programa de actos del mandatario chino, en diferentes zonas de la ciudad se manifestaban los habituales grupos de ultraderechistas anti-chinos, con sus camiones con altavoces, y unos mil simpatizantes de la causa independentista tibetana.
Las esperanzas generadas por el viaje de Hu a Japón se refieren más a aspectos simbólicos que a la resolución de problemas concretos. En estos momentos la historia no se interpone especialmente entre Pekín y Tokio como lo hizo en el pasado. Hace 10 años la visita del entonces líder Jiang Zemin terminó en fracaso por su dureza al recordar, en un encuentro protocolario con el emperador, las atrocidades del ejército imperial japonés en la primera mitad del siglo XX. Posteriormente, entre 2001 y 2006, los años en que el primer ministro japonés era Junichiro Koizumi, los sufrimientos chinos por el pasado imperialista japonés volvieron a ser el principal tema de intercambio, gracias sobre todo a las visitas del mandatario nipón al santuario sintoísta de Yasukuni, donde se rinde homenaje a más de dos millones de combatientes japoneses y a 14 criminales de guerra.
Hace dos años, con un liderazgo mucho más joven en China y con el relevo de Koizumi por Shinzo Abe en Japón, se inició un deshielo diplomático que culminó con la visita del primer ministro chino Wen Jiabao. El actual primer ministro, Yasuo Fukuda, es un conocido defensor de la mejora de relaciones con China.
Mirar hacia el futuro
Ahora los dos gobiernos dicen que hay que mirar hacia el futuro, pero cuando intentan concretar su anhelado entendimiento se encuentran con asuntos sobre los que no se ponen de acuerdo, como la explotación conjunta de los campos de gas del sur del mar de China, en aguas que ambos países consideran parte de su territorio, o la resolución en falso del problema de las empanadillas intoxicadas importadas a Japón desde China, un asunto que ha creado un clima de desconfianza de los consumidores japoneses hacia los productos que llegan del país vecino.
Además, el último levantamiento en Tíbet y la represión ordenada desde Pekín han servido para aumentar la presión sobre el primer ministro nipón por parte de los sectores que desean una actitud más firme ante una China que perciben como un peligro creciente debido a su poderío económico y militar. “En lugar de cálidas expectativas de un salto hacia delate en los lazos bilaterales, una desilusión enfriante está surgiendo ahora entre los dos países”, decía el editorial del diario Asahi Shimbun ante la visita de Hu.
La estancia del presidente chino en Japón incluye diversos encuentros con el emperador Akihito y el primer ministro Fukuda, así como una conferencia en la universidad Waseda y una visita cultural a Nara. Se espera que culmine con la presentación de una declaración conjunta que podría incluir algún acuerdo sobre medidas para evitar el calentamiento atmosférico global.
Unas relaciones muy importantes
Japón estableció relaciones diplomáticas con China en 1972 siguiendo el camino marcado desde Washington por Richard Nixon. En 1978, bajo el mandato del primer ministro Takeo Fukuda (padre del actual jefe de gobierno), se firmó un tratado de paz y reconciliación entre los dos países. Veinte años más tarde, en 1998, Jiang Zemin se convirtió en el primer presidente de la República Popular China en visitar Japón. Las relaciones contemporáneas entre Pekín y Tokio se han visto marcadas a menudo por las luchas internas por el poder en ambas capitales.
A pesar de diversos altibajos en los intercambios políticos, desde los años 70 no ha dejado de aumentar la dependencia económica mútua. Japón ha aportado ingentes cantidades de dinero al desarrollo chino en forma de ayuda oficial y en inversiones privadas de empresas que deseaban tener una base de producción barata y abrir a sus productos un mercado muy prometedor. En estos momentos, la estabilidad de la economía japonesa depende en buena medida de la salud económica china.